martes, 16 de octubre de 2012

La rutina y sus teorías



Era jueves y cogía el metro en hora punta camino de la universidad. Mientras viajaba bajo los efectos aletargantes de la rutina, tuve una reflexión curiosa alimentada por la imagen que día a día ofrece el transporte público a cualquier ojo atento de la realidad que nos rodea. En este caso era la de un grupo de usuarios absortos ante sus móviles de última generación. Estaban impermeabilizados: los auriculares taponaban sus oídos y diminutas pantallas nublaban su vista. Nadie parecía atento a lo que pudiera pasar en aquel vagón.

¿Nadie?


Fijémonos en la llamada teoría de las actividades rutinarias. Establece en uno de sus principios que los cambios sociales actúan como factor motivador en ciertos delitos. Observando el quehacer diario en nuestras ciudades se pueden descubrir hechos semejantes al ejemplo que expondré a continuación.


La teoría mencionada se fija en los cambios que se dan en la sociedad y que motivan la delincuencia. Establece que la motivación a delinquir puede ser alimentada por dichos cambios (también hay influencia inversa, inhibiendo al delincuente) ya sea dando nuevos objetivos susceptibles de delito, así como disminuyendo la seguridad y facilitando la oportunidad delictiva.  Uno de los ejemplos más utilizados es el efecto que provocó la incorporación de la mujer al mercado laboral en Estados Unidos a partir de la década de los 60. Este hecho provocó un cambio en el mundo delictivo por cuanto a que las casas empezaron a quedar muchas horas sin supervisión, cosa que comportó que los robos en viviendas empezaran aumentar. 


Pero volviendo al vagón de metro, esta teoría da que pensar. La masificación de los smartphones ha llevado al uso generalizado de los mismos. Entre los ciudadanos se ha asentado el hábito de usar todas sus múltiples aplicaciones para abstraerse durante el trayecto. Ello reduce la atención de los usuarios y los hace más vulnerables a ser víctima del carterista. No es novedad, ni mucho menos, la existencia de carteristas en los transportes públicos. De hecho su aumento es motivo de debate y opinión en los medios desde hace ya tiempo. Todos acaban concluyendo que la autoprotección es el remedio más eficaz para luchar contra este tipo de hurtos.

Mientras la situación no mejore, la autoprotección parece ser para los usuarios la mejor arma para luchar contra los robos. Llevar bolsos cruzados lo más pegados al cuerpo (especialmente en el caso de las mujeres) o evitar portar el billetero en el bolsillo trasero de los pantalones son algunos de los apartados más destacados del manual del buen pasajero del metro. Andrea García, estudiante de 18 años, añade más. Ir “con mil ojos” y llevar el dinero repartido en diferentes bolsillos, nunca en el monedero.” 1

Además quien utilice el metro barcelonés le será conocida la seguridad a modo de recomendación, que se emite constantemente por los altavoces y pantallas, de ir con cuatro ojos para no ser víctima de carteristas.

Pues bien a toda esta serie de medidas, y en tono de Grouxo Marx, propongo una más. Los nuevos teléfonos, por ley, deberían exponer una nota bien visible advirtiendo que el uso indiscriminado de los mismos puede hacer bajar la guardia ante la vida. Si! Como si de paquetes de tabaco con sus ineficaces advertencias se tratara. La abstracción del móvil ya no solo es preocupante en el metro; sino en la calle, en la cola del supermercado hasta en cualquier reunión con amigos. No dispongo de datos al respecto, pero pensemos en cuantos atropellos, caídas, mierdas de perro pisadas y conversaciones perdidas se habrán dado desde que el móvil es algo más que un aparato para llamar. 




1.Extracto de la noticia La Vanguardia (2011)


Info seria sobre Teoría de las actividades rutinarias